dilluns, 5 de novembre del 2007

Llums sobre la memòria històrica


Llig a La Vanguardia la tribuna de hui de Francesc-Marc Àlvaro una aportació molt interessant i necessària sobre la memòria històrica. Altra més, però amb precisions més que oportunes a un article que podeu seguir ací de forma completa. Ja no puc passar cap dia sense visitar Reggio , un blog que vessa opinió per tots els costats ja que recull grans quantitats de textos de molts mitjans, tant de paper com digitals, escrits en castellà-. Més que recomanable, imprescindible, l’un u l’altre.

Crec que Àlvaro aporta llums al debat i pensa més en el futur que en el passat.

Diu Àlvaro a “Democracia y memoria oficial”
“[...] Además, con todos sus claroscuros, hay que valorar como un gran éxito de la generación de la transición el evitar una nueva confrontación. Pero, en cambio, sí podemos impugnar el peso paralizante del relato mitificado de la transición, porque éste encierra algún malentendido enorme que ahora, precisamente, aflora al poner los legisladores la vista en los años de la II República, la Guerra Civil y la dictadura. Para homenajear y ampliar las ayudas a las víctimas del franquismo, algo que nadie discute, no hacía falta elaborar leyes tan equívocas.

[...] La reconciliación reclama, como ejercicio generoso de encuentro y superación del conflicto, la asunción pública de las respectivas responsabilidades en el ámbito moral, al margen de lo que puedan dictaminar los tribunales, si ello procede. Si la reconciliación hubiera tenido lugar, efectivamente, entre las elites, la derecha condenaría hoy sin excusas la dictadura franquista (y nadie del PP relativizaría su carácter opresor, criminal y corrupto, verbigracia Mayor Oreja hace pocos días) y la izquierda condenaría, también sin excusas, la violencia asesina en la zona republicana. Pero no es así.

[...] Para sectores duros de la derecha española, queda el recurso engañoso de intentar situar el verdadero comienzo de la Guerra Civil en 1934, justificando así, oblicuamente, el alzamiento golpista de 1936 que dio lugar a la contienda. Para la izquierda española más enrocada en el dogmatismo, la respuesta a este revisionismo es idealizar la II República y negarse a reconocer que no todos los que lucharon contra Franco, tanto en la Guerra Civil como en la posterior oposición clandestina, eran demócratas. ¿Por qué no aceptar que muchos fueron militantes de partidos totalitarios que propugnaban dictaduras de otro color, igual o más sangrientas que la nuestra? Si no se dan estos pasos imprescindibles de rigor ético, todo el debate de la memoria es una impostura. Tan falso y ofensivo es que alguien se refiera al bando franquista como portador de "valores cristianos y occidentales" como que alguien mantenga que todos los antifranquistas fueron "luchadores por la libertad y la democracia". La trampa también reside en plantear la realidad a partir de una simplificación que toma sólo un fragmento de la verdad. Por ejemplo, se habla de la línea que separa democracia y franquismo, silenciando que la Guerra Civil fue muchas guerras a la vez, no sólo la de la República contra Franco: fascistas contra comunistas, estalinistas contra anarquistas, totalitarios contra reformistas republicanos, etcétera.

La ley del Memorial Democràtic, en su exposición de motivos, proclama algo indispensable, que debe suscribirse: "La grandeza de la democracia es que, a diferencia de los regímenes totalitarios, es capaz de reconocer la dignidad de todas las víctimas de la intolerancia, más allá de sus opciones personales, ideológicas o de conciencia de cada uno". El problema es que este noble principio es desmentido sistemáticamente por los que, investidos de guardianes oficiales de la historia, la instrumentalizan para apuntalar su propaganda. Son los mismos que afirman cosas como que el régimen de Fidel Castro no es una dictadura.”